miércoles, 9 de marzo de 2011

Justicia que Depende

Como seres humanos nuestra percepción de justicia es relativa. ¿Por qué? Porque depende. ¿De qué depende? Depende del otro. Exactamente. Mis criterios de justicia son determinados de acuerdo a lo que pasa con los demás y no de acuerdo con lo que pasa conmigo.
Los ejemplos de eso son infinitos. Cuando un policía nos pone un parte, nos sentimos ajusticiados porque “hay tanga gente cometiendo infracciones mucho peores”. Pero si pensáramos solamente en nosotros y no en los demás, podríamos pensar: “¿cuantas veces he cruzado el semáforo en rojo y ningún policía lo ha visto? ¿Cuantas veces he manejado por encima de la velocidad permitida y no fui penalizado? ¿En cuántas oportunidades parquee en lugar prohibido y no pasó nada?” Si pensara solo en mí y en lo que he hecho en el tránsito, aceptaría ser penalizado y con mayor rigor de lo que estoy siendo en ese momento. Porque ya he cometido muchas infracciones sin ser penalizado por ellas.
Recuerdo una parábola en la Biblia, contada por Jesús, que ejemplifica mejor que nada lo que quiero transmitir. Cuenta la parábola que el propietario de una viña salió temprano a contratar trabajadores. Contrató algunos trabajadores y acordó pagar un denario, lo que en esa época equivalía al salario de un día de trabajo. A mitad de la mañana, salió y contrato algunos otros más. Casi al final de la tarde salió nuevamente y contrató algunos más. Cuando se termina el día el propietario empieza a pagar a cada trabajador su salario. A los que contrató final de la tarde les pagó un denario. A los de la mitad de la mañana, les pagó también un denario. Cuando llegó a los que empezaran muy temprano, estos pensaban que recibirían más. Sin embargo, también les pagó con un denario. Ellos se enfurecieran y reclamaran: “A los que trabajaran tan solo una hora les pagaste igual que a nosotros”. Al que el propietario les pregunta: “¿Les he hecho alguna injusticia? De acaso, ¿no les he pagado lo acordado? ¿No tengo yo derecho de hacer lo que quiero con mi dinero?”  
Esa parábola es muy interesante. Los trabajadores que habían empezado muy temprano en la mañana habían aceptado trabajar por un denario y les pareció justo. Pero dejo de serlo, cuando se dieran cuenta de cuanto recibieron los demás. Justicia relativa, que depende de lo que le pasa al otro y no de lo que pasa conmigo. Los trabajadores tempraneros estarían felices si los demás hubiesen recibido menos, aunque eso no cambiaría su situación económica.
Justamente esa percepción de justicia relativa hace extremadamente difícil implantar justicia en una organización. Eso porque la justicia no es absoluta, ella está establecida por parámetros fundamentados en terceros. Y en una organización, cada trabajador tendrá su propio parámetro.
Sin embargo, por general, los trabajadores en una organización se comparan con iguales y no con superiores o inferiores. Eso hace con que sea posible establecer una buena sensación de justicia siempre y cuando entre iguales no existan diferencias. Ese es el desafío del gestor. Evitar preferencias incluso con los más eficientes. Es preferible promocionar a un trabajador eficiente a darle cualquier tipo de preferencia ante el equipo.
También es importante que el gestor trate con igual importancia a todas las áreas que tiene bajo su responsabilidad. Es muy común que un área amerite en determinados momentos mayor atención que otras, pero es crítico para el equipo percibir que el gestor dedica mucho más tiempo a un sector que a otro. Y nuevamente acá percibimos la dependencia del otro. El trabajador considerará que su área es importante para su jefe de acuerdo a la importancia que el mismo da a las demás áreas.
Finalmente, esos son mis tres consejos para que un gestor pueda crear sensación de justicia en la organización:
1.       Trate a todos por igual.
2.       Promueva los mejores, es más aconsejable una promoción que otorgar privilegios.
3.       De la misma importancia a todas las áreas.
Seguir esos tres consejos no le garantiza total sentimiento de justicia en su empresa, pero no seguirlos podría hacer casi inevitable el sentimiento de injusticia. Entonces, sígalos.
Qué pena si el final no le va a gustar. Pero la verdad es que nada en una organización garantizara que sus trabajadores estarán siempre felices. ¿Por qué? Porque depende, siempre depende…
Reinke

No hay comentarios:

Publicar un comentario